
    Los astrónomos han sospechado por largo tiempo que la
    Vía Láctea aloja a un «monstruo en su centro»
    — esto es, que existe un enorme agujero negro justo en
    el núcleo de nuestra galaxia giratoria. Otras galaxias
    los tienen, de modo que los científicos piensan que la
    nuestra podría tenerlo también.
Derecha: Una concepción artística de la
    materia rotando y cayendo, como agua escapando por el tubo de
    la bañera, hacia el interior de un enorme agujero negro.
    Cortesía de la Guía
    de Campo de la astronomía de rayos-X del observatorio
    espacial de rayos-X Chandra.
Pero encontrarlo no ha sido fácil. La luz (por definición)
    no puede escapar de un agujero negro, de modo que el monstruo
    central de la Vía Láctea no podía ser detectado
    ya que es invisible.
Sin desanimarse, los observadores han estado apuntando sus
    instrumentos hacia el corazón de la Vía Láctea
    por muchos años. Los rápidos movimientos de las
    estrellas y el gas alrededor del centro galáctico sugerían
    que algo muy grande se escondía de hecho en aquellas regiones.
    Pero, ¿qué? Si fuese un agujero negro, nuestros
    telescopios de rayos-X deberían ser capaces de detectar
    el brillo inequívoco del gas super-caliente cayendo a
    medida que gira hacia el agujero — lo que los astrónomos
    llaman un «disco de acreción». Los astrónomos han
    detectado tales discos de emisión de rayos-X en los centros
    de otras galaxias, pero no en la Vía Láctea.
    Esto era un verdadero rompecabezas. 
Así, cuando la NASA lanzó al espacio el
    Observatorio de rayos-X Chandra hace poco más de dos años,
    un equipo de astrónomos dirigidos por Fred Baganoff del
    Instituto Tecnológico de Massachussetts (Massachussetts
    Institute of Technology ó MIT), no perdieron tiempo en
    apuntar el sensible telescopio hacia el centro de la galaxia.
    Y en septiembre de 1999, pudieron al fin encontrar lo que habían
    estado buscando: las tenues emisiones del ardiente gas circulando
    alrededor de un agujero negro. El
    monstruo, casi tres millones de veces mas grande que nuestro
    Sol, era real. 
Y ahora, los científicos podrían incluso
    haber capturado al agujero negro en el acto de devorar algo.
El 26 de octubre del 2000, Baganoff y sus colegas estaban
    nuevamente utilizando el Chandra para monitorear el centro de
    nuestra galaxia, cuando registraron una poderosa explosión
    de rayos X. Estaban apuntando el instrumento hacia la región
    conocida como «SagitarioA*», una intensa fuente de
    emisión en ondas de radio que los astrónomos creen
    que toma su energía directamente del agujero negro. Durante
    unos cuantos minutos, las emisiones de rayos -X provenientes
    de SagitarioA* se tornaron 45 veces más brillantes de
    lo normal, para disminuir en intensidad hasta los niveles previos
    a la explosión unas cuantas horas después.
«Esto es extremadamente emocionante porque es la primera
    vez que vemos al agujero negro gigante de nuestro vecindario
    devorar un trozo de material galáctico», dijo Baganoff.
    «Es como si el material nos hubiera enviado una tarjeta
    postal antes de caer al agujero».
La energía liberada durante la explosión corresponde
    a una súbita caída hacia el agujero de material
    galáctico con una masa equivalente a la de un cometa o
    asteroide. El agujero negro ¡literalmente había
    engullido algo! Por otro lado, dicen los científicos,
    la explosión pudo también haber sido causada por
    la reconexión de líneas de campo magnético
    cerca del agujero negro — un proceso que también es causa
    de emisiones de material en nuestro Sol.

Arriba : Esta imagen en colores falsos muestra la región
    central de nuestra galaxia, la Vía Láctea, tal
    y como se ve con el telescopio Chandra. La fuente puntual y muy
    brillante en el centro de la imagen fué producida por
    una gigantesca emisión explosiva de rayos-X que ocurrió
    en la vecindad de el agujero negro gigante en el centro
    de nuestra galaxia. Crédito: NASA/MIT/F. Baganoff et.al. [
    más información]
En cualquier caso, las ondas de choque de la explosión
    pudieron haber acelerado a los electrones que se encontraban
    cerca del agujero negro hasta una velocidad cercana a la de la
    luz — lo que generó la explosión de rayos-X observada.
    También pudo ser registrado un incremento en las emisiones
    de radio aunque sobre un intervalo de tiempo más largo,
    lo que indica que, de hecho, la producción de electrones
    de alta energía se estaba incrementando.
Durante el máximo de intensidad de la llamarada, la
    intensidad de los rayos-X decayó dramáticamente
    por un factor de cinco para luego recuperarse, todo esto dentro
    de un intervalo de 10 minutos. Tales fluctuaciones limitan el
    tamaño de la región emisora hasta no permitir que
    esta sea más grande que unas 20 veces el tamaño
    del horizonte
    de los acontecimientos — la membrana unidireccional que
    existe alrededor de un agujero negro y que fué predicha
    por la teoría de la relatividad de Einstein.
Abajo : Una ilustración artística del
    observatorio orbital de rayos-X Chandra. Crédito: TRW
 «Las rápidas variaciones
 «Las rápidas variaciones
    en la intensidad de los rayos-X, indican que el material que
    estamos observando está tan cerca del agujero negro como
    nuestro planeta lo está del Sol», dijo Gordon Garmire
    de la Universidad Estatal de Pennsylvania (Penn State University),
    investigador principal en el proyecto del Espectrómetro
    de Imagen Avanzado CCD (Advanced CCD Imaging Spectrometer) del
    Chandra, el cual fué utilizado en estas observaciones.
«Esta señal proviene de un lugar más cercano
    al horizonte de los acontecimientos del enorme agujero negro
    de nuestra galaxia que cualquiera que hayamos recibido antes»,
    coincidió Baganoff. De hecho, las observaciones de rayos-X
    de la región Sagitario A* parecen ofrecernos una manera
    única de medir la actividad muy cerca de este tipo de
    agujeros negros, donde el tiempo y el espacio en si mismo se
    encuentran retorcidos.
Ésta es una situación que entusiasma a los astrónomos
    quienes han estado esperando por largo tiempo a que lleguen estos
    datos. Considérese que las primeras
    discusiones sobre agujeros negros — hechas por el físico
    francés Pierre Laplace y el filósofo inglés
    John Michell — datan del siglo 18. Pero hasta ahora ¡no
    habíamos sido capaces de encontrar ni aún el agujero
    negro más grande en nuestra galaxia! Hoy sin embargo, gracias
    a las sensibles cámaras de rayos-X del Chandra, los agujeros
    negros nos están finalmente revelando sus secretos, una
    recompensa bien ganada por los pacientes astrónomos.
Nota del Editor : A comienzos de mes los astrónomos
    especializados en observaciones de rayos-X  celebraron
    el segundo y exitoso año de descubrimientos del Chandra,
    así como las buenas noticias provenientes de las oficinas
    generales de la NASA, en el sentido de que la misión ha
    sido incrementada de 5 a 10 años. Para más información,
    visite http://chandra.nasa.gov ó
    http://chandra.harvard.edu.
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